miércoles, 15 de agosto de 2018

- Reseña de "La sagrada familia" e "Interludio interlunio" de Lissardi por Pablo Méndez para Solo Tempestad -

Dos vueltas (literarias) alrededor del deseo


Hay factores culturales, herederos del catolicismo hispánico, que todavía roen las decisiones editoriales. Lo erótico no es una temática dominante en las librerías. Pero sí existen fenómenos. Un libro de factoría extranjera llega bajo una traducción a las librerías latinoamericanas y se convierten en un tanque comercial. El ejemplo mas resonante es la trilogía Las cincuenta sombras de Grey. La pregunta que nace es interesante: ¿Por qué un libro tan almibarado y estructurado a la fantasía tradicional tiene éxito y los libros de Ercole Lissardi que se funden en las profundidades del deseo no lo tiene? La respuesta puede tener justificaciones variadas en el abanico mercantil de los libros. Pero en este texto no abundaremos en las posibilidades de esa pregunta ni en las estrategias creativas y abrumadores del capitalismo, sino como mera excusa para nombrar al autor uruguayo. Ercole Lissardi es autor de  una veintena de libros, entre los que se destacan novelas y ensayos. Para muchos, aún hoy, es un secreto a voces, para otros un escritor de culto, para los que hemos leído gran parte de su obra, el mejor interlocutor del deseo en la literatura latinoamericana.


Dos novedades se nos interponen. La sagrada familia, editado por Años Luz e Interludio, Interlunio, reeditado por Sorojchi Editores, cuya primera edición en 1998 estuvo a manos de la editorial uruguaya Fin de Siglo. El arribo de Lissardi al mercado editorial argentino fue por la puerta grande con la publicación El centro del mundo en Editorial Planeta, luego publicó Los días felices en Santiago Arcos Editor. Las líneas se estiraron sobre el charco y lo captaron para que anide en los lectores esas historias llenas de matices pero con un eje inamovible, la lujuria se encuentra en los lugares mas y menos sospechados.

La sagrada familia es una novela interpretada por un escritor que deja de escribir en un acto súbito producto de una ruptura amorosa. En la búsqueda de aislarse de su antigua vida viaja hacia un recóndito lugar con la intención de abstraerse aun mas de sus pensamientos. Los sucesos centrales parecen desconectados pero los aúna los movimientos existenciales del protagonista. La estructura que dista de la forma clásica, es una larga improvisación cuya extensión, como en el jazz, no tiene un destino firme, culmina cuando la escritura lo dispone, a pesar del escritor-músico que la ejecute. “La sagrada familia”, así como llama el ex escritor a la familia de pueblerinos con la que se involucra, es una clara intención de ordenar los pedazos de una identidad inmolada. El instinto del protagonista, la parte salvaje de una preservación ambigua, se manifiesta cuando se enfrenta al jabalí que merodea en las afueras del pueblo, un duelo animal, donde la pulsión de muerte se relame expectante. El misterio con cierto tranco policial también caracteriza una de las partes de la novela. La redención, tal vez como el flujo revolucionario ajeno a la voluntad, es el fin que justifica los medios. La iniciativa erótica como un ave rapaz buscando la presa.

Interludio, interlunio profundiza una de las características de la narrativa de Lissardi: no hay género que no explore del que no ensortije las garras la sexualidad. Por supuesto, mas allá de la exposición de la maquinaria de lo genital, la bruma que aceita esos engranajes es el deseo. Una historia distópica, un mapa alternativo de la contemporaneidad, que busca ser reflejo de la tiranía del siglo XX y la homologación que le otorgaron los espectadores pasivos de ese demonio controlador: Foucault atravesado por los dientes de la ficción. En ese Montevideo alucinado, la grieta surca dos realidad marcadas: los amos, por un lado, y los cretinos, por el otro. Distinción que no hace mas replicar los concepto de dominantes y dominados. Ese antagonismo también se presenta en el personaje central de la novela donde su sofisticación e intelectualidad se ve oscurecida por la brutalidad de sus actos. Así como la consumación amorosa con una de las cretinas, donde el clamor pasional lo lleva a tratar de sacarla de su destino. Los rastros clásicos de una literatura de contrastes: el amo y la cretina, en este caso, pero bien podría ser la solemnidad clasista y el salvajismo, es una experiencia de campo que monta un microscopio en ambos universos, convirtiendo a los protagonistas en especímenes auscultados en la secreción de su intimidad.

En ojos bien cerrados, la póstuma película de Stanley Kubrick, los protagonistas bucean en el deseo, en su esplendor o anulación, sin poder completar su satisfacción. En la última linea de diálogo el personaje que interpreta Tom Cruise le pregunta a su esposa cómo sobrellevar sus conflictos, suelta de cuerpo ella (Nicole Kidman) le responde: “We Fuck”, fundido a negro, música, créditos. Las constelación creativa de Ercole Lissardi no contemplaría un final así sin un surtido de imágenes que exploten la densidad de una orgía sensorial.



http://www.solotempestad.com/lissardixmendez/
(9/8/2018)

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