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domingo, 4 de noviembre de 2018

Ana Grynbaum - Un novel escritor de ochenta años: entrevista con Juan Carlos Virgilio, “Carpincho” -

“Carpincho” es el título del primer libro de cuentos de Juan Carlos Virgilio, nacido en la Provincia de Buenos Aires en 1938, hijo de carpintero y carpintero durante la mayor parte de su vida. Carpincho también es el apodo que Virgilio ha recibido en su devenir escritor.


Foto de Carlos Marcos. 

Comenzó a escribir a los sesenta y tres años de edad, durante la crisis económica de comienzos de la década del 2000, que lo dejó sin clientes. Cuando la Editorial Alto Pogo publicó su -hasta ahora- único libro, en 2013, el autor tenía setenta y tres años; ahora ya cumplió los ochenta.

Pero que haya empezado su producción literaria en forma “tardía” no le ha impedido participar de nuevas formas de la difusión cultural, como el comentario de libros en YouTube. La Editorial Muerde Muertos ha filmado hasta el momento ocho “BookTuberías” en las que Carpincho se extiende en comentarios y ocurrencias sobre libros y tangos.



Ana Grynbaum - ¿Cómo describirías al libro “Carpincho”?

Juan Carlos Virgilio - “Carpincho”, es mi tarjeta de presentación, si querés conocerme buscame ahí, no era mi intención pero así salió. “Carpincho” es Buenos Aires y su olor a tango, Palermo, Villa Crespo, Parque Chas, también Olivos y Florida; sus personajes y mis queridos amigos, el tiempo, sus misterios y toda la fantasía. ¿Serán fantasías las historias de este libro? O serán la autobiografía de algún yo profundo…

AG - ¿Cómo y cuándo empezaste a escribir?

JCV - Desde niño y hasta pasando los sesenta años nunca pude escribir nada. Tenía la convicción de que, así como cantar, era algo totalmente negado para mí. Ahora lo justifico pensando que fue, y en parte lo sigue siendo, un gigantesco bloqueo. A veces tardo mucho en arrancar con cualquier escrito, aunque ahora estoy más desenvuelto. Me ayudó mucho los mensajes de texto en el celular y en la computadora. Tengo 6º grado (de escuela) de los de antes y nunca fui a un taller literario. Tampoco tengo demasiadas charlas sobre las cosas que escribo, salvo las telefónicas con mi amigo Daniel Isla, que es profesor de lenguas, quien me aguanta y  siempre está para darme una mano. Lo bueno es que comencé a leer desde la infancia, tratando de aprender lo que sea de cada lectura. (…) En el parate económico del 2001 y con la perspectiva de no trabajar más, cuando ya no tuviese mi lugar en el mundo que era mi carpintería, pensaba qué haría con mi cabeza de barajar cientos de boludeces a la que estaba acostumbrada. Un día no sé lo que me pasó, pero tomé un lápiz y un papel, me concentré como un budista y no aflojé hasta comenzar un cuentito breve, imaginando que se lo contaba a un sobrino, porque era lo que siempre hacía.

AG - ¿Cómo empezaste a publicar?

JCV- A fines del 2010, Marcos Almada, que había leído uno de mis cuentos, me invitó a leer en el ciclo de lecturas “Corrincho”.  Allí tuvo la audacia de presentarme como escritor, y la locura de convencerme que me publicaría un libro. Él tenía que fundar una editorial y yo la obligación de empezar a escribir cuentos. (...) Esa noche volví a casa a las tres de la mañana, pensando que la cerveza causa estragos. Pero me cambió la vida. El cambio comenzó al traspasar la puerta de la calle Argañaraz.

AG - ¿Cómo conociste a Marcos Almada?

JCV - Un cliente y gran amigo fue Ricardo Mirand Borde, a quien le entregué “Tesis Rante” (uno de sus primeros textos). Así llegó a manos de Marcos Almada, su cuñado, al que yo había visto un par de veces. Después me enteré que a Marcos le había gustado esa historia. La secuencia continúa con trabajos realizados en su departamento, con charlas sobre libros y afines.

AG – Hablame de la calle Argañaraz.

JCV - La calle Argañaraz tiene una sola cuadra, del uno al cien, en el barrio Villa Crespo. En el número veintidós era la cita a las diez de la noche (Centro Cultural Pachamama), donde leería mi cuento “Punto G”. En el trayecto de ida, dos pensamientos se cruzaban intermitentes en mi cabeza, uno era la preocupación por la lectura, nunca había leído en voz alta y ante gente desconocida. Otro era mi intriga por esa calle y su historia tanguera, en algún lugar de esa cuadra funcionó hace más de un siglo, un prostíbulo tan famoso, que el gran Roberto Firpo le dedicó el tango homónimo. El impacto fue por partida doble: uno, que la casa tal vez fuera la que imaginaba, mandándome de un saque a un siglo atrás; otro, el nuevo mundo al que ingresaba de la mano de Marcos, su círculo de amigos, la literatura y la mágica bohemia latente, que sin distinción de sitio ni tiempo, juntó el antes y el después.

AG - ¿Cómo conociste a los Muerde Muertos?

JCV - En la calle Argañaraz empecé a conocer a la alegre muchachada. Una noche, fumando un pucho en el patio, tras haber leído un cuentito, se acercó un flaco morocho de lanas rulientas y caídas, presentándose como Carlos Marcos, un “Muerde Muertos”.

AG - ¿Reemplazaste la carpintería por la escritura o ambas actividades llegaron a coexistir?

JCV - La carpintería fue toda la vida mi lugar en el mundo. Mis trabajos exclusivos, personalizados, fueron la conexión con mi entorno, donde clientes y amigos fueron una sola cosa. Con ellos compartí las primeras experiencias de escribir y su desarrollo. En el viejo taller, tomando mate sobre un banquito, pergeñé y di forma, como si construyera un mueble, lo que después escribía sobre un escritorio ubicado en otro sector. Imagen que podes ver en cualquiera de mis videos hasta el número nueve. Sin este lugar, todavía estoy perdido.

AG - ¿En qué has estado últimamente?

JCV - El año pasado estuve seis meses leyendo “Rayuela”. Por supuesto que de a ratos, porque era atractivo y pesado al mismo tiempo, pero al final le encontré la vuelta. Nunca pensé que podría comentar algo pero lo hice, y a principio de este año grabé el video (BookTubería Nº 10). Ahora tengo escrito el texto sobre “Galletitas” de Patricio Eleisegui, listo para grabar otra booktubería. (…) Lo escrito en los últimos tiempos son cuentos breves, que voy juntando con la idea de publicar. Ayer corregí y guardé mi “Tesis Pincho: La raya más famosa del mundo”.

AG - ¿Qué ha cambiado la escritura en tu vida?

JCV - Tengo ochenta cumplidos. Dicho al voleo: hace más de diez años que mi físico comenzó lentamente la amarga caduca; que la artrosis, que la hernia, la masa muscular, los divertículos y la mar en coche. Es lógico, no me quejo, sino que te cuento. A medida que todo mermaba, la escritura, que solo necesita de mi cabeza reemplazaba lo otro. Y renovado los bríos, sigo mirando el futuro, más en este momento que respondo a tus preguntas. Con orgullo, alegría y agradecimiento. Pensá que ahora formas parte de la buena muchachada que me brinda la escritura. (…) Yo digo que soy un carpintero que se propuso escribir cuentos, empiezo jugando con esto, me gusta, pongo empeño, trabajo y mucha paciencia. Me digo: hoy hasta aquí llegué, la idea es que lo próximo que haga supere lo anterior. Una cosa son muchas cosas, un cuento, un libro, otras formas de comunicar, el entorno, los lugares y la gente que se conoce, y más todavía, los nuevos amigos, a esta edad y en este tiempo resulta invalorable y maravilloso.