miércoles, 27 de marzo de 2019

Ana Grynbaum – "Utatane" de Rinko Kawauchi

La invitación del curador Walter Costa a leer un fotolibro en el marco del encuentro En CMYK del Centro de Fotografía de Montevideo significó para mí un desafío estimulante. Si bien había realizado
anteriormente diversas lecturas de producciones artísticas visuales nunca me había enfrentado a la
tarea de leer un libro de fotografías en su conjunto, como universo particular. Para agregar emoción,
el libro que acordamos abordar -y finalmente lo hicimos en la tarde del 25 de marzo pasado- Utatane, es producto de una autora japonesa, la fotógrafa Rinko Kawauchi, con lo que el desafío subía al nivel de meterme con una cultura radicalmente diferente a la mía. (Aunque este acto temerario no me era inédito, escribí sobre Kawabata un par de años atrás.)

Mi primera sensación ante las imágenes de Utatane fue la del abismo que separa su mundo del mío. Abismo creado fundamentalmente por la disparidad absoluta entre nuestra lengua con su escritura alfabética y la lengua japonesa que se escribe mediante cuatros códigos diferentes, entre los que predomina la escritura ideográfica. Imposible avanzar por el libro munida apenas de un aparataje interpretativo occidental. No llegaría ni a rozar las enigmáticas ambigüedades y polisemias de la cultura japonesa.

Como ante la puerta baja de una casa de té, debí quitarme los zapatos y agacharme para entrar. Desde esa obligada postura de humildad seguí el hilo de mis emociones, respuesta ineludible ante un libro como Utatane, que precisamente a generar emociones se aboca. Recordé que la misma sensación de total incomprensión, la necesidad de abandonar toda esperanza de una rápida deglución, sumada a la fascinación ante el brillo del objeto estético, ya me había sucedido tiempo atrás cuando intenté leer haikus. Para mi sorpresa, el haiku demostró ser una forma literaria tan afín a la atmósfera de Utatane que abrió camino a la lectura.


Utatane 

Publicado en el año 2001, con finísima edición japonesa, Utatane significa siesta. El libro no incluye ningún otro dato exterior a las fotografías que presenta. Como para subrayar su independencia de la escritura ni siquiera están numeradas las páginas.

Las 129 fotos que conforman el libro se agrupan en pares, excepto la primera. Esta disposición ofrece a la mirada un juego entre cada imagen a la derecha en relación con la de la izquierda, particular para cada par de fotos.

Tres grandes hebras se tejen a lo largo de Utatane. Una de ellos consiste en el planteo de distintos juegos visuales en los que se nos invita a participar. Una segunda hebra despliega una poética de la vida cotidiana. La tercera constituye una narrativa que al tiempo que describe reflexiona y critica la masificación capitalista de la cultura japonesa y rescata de la tradición cierta mirada oblicua, irónica y cuestionadora. Hay algunos temas que se repiten, elaborándose: el juego infantil, los insectos fuera de lugar, la masificación urbana, los escenarios naturales (mar, arena, campo) como espacios lo suficientemente vacíos para hallar la armonía, los objetos del hogar llevados a un plano de proximidad en el que asoma su alma, como la imagen del interior del lavarropas en el que cabe ver virtualmente cualquier cosa, pero en todo caso se presenta como un universo autosuficiente, lleno de contenidos, los de cada lector.

El dispositivo de parejas de fotos invita a distintos juegos visuales. En muchos casos la comparación se vehiculiza mediante el contraste formal: colores, brillos, figuras geométricas. En otros casos el contraste es conceptual. Una toma del centro de Tokio en hora pico con una densa mancha de personas cruzando la calle, saliendo del subte, avanzando por las aceras, es contrapuesta a una orilla de aguas cristalinas donde los renacuajos tranquilamente se crían. ¿Cuáles son los bichos? es la pregunta sugerida. Al estilo del zen se formula con claridad porque ya conocemos la respuesta. En la misma línea una cacatúa enjaulada se enfrenta a un caballo de calesita, ambos se ven igualmente artificiales. Los rayos de una tormenta eléctrica caen sobre el techo de una vivienda que no asegura poder soportarlos en contraposición a la solidez de una máquina de coser protagonista, fuerzas de la naturaleza versus tesón de la labor humana.

El tramado lúdico va más allá de cada pareja de imágenes. Las repeticiones temáticas o de tomas muy similares plantean sugerencias, complementan o detallan ideas. El paisaje urbano dialoga con el natural mediante una mirada que no es nostálgica y que engloba tanto el cielo y las gaviotas en su coreografía (dos de las tomas más hermosas del libro) como las ruedas de las bicicletas y las llantas, las nervaduras de una mano y las de una construcción, el fuego en una calle y en el medio del campo.

La belleza de la cotidianeidad es celebrada desde ángulos excéntricos que exploran por ejemplo el interior de una vivienda donde alguien duerme o escribe, o el interior de una habitación se compara con el interior de una boca. Los paisajes urbanos se mezclan con los naturales. La naturaleza parece sorprendida en mínimas expresiones, un suelo arenoso apenas cubierto por raquíticas plantas. O confundida con la artificiosidad humana, que tiene aspectos lúdicos: entre los altos árboles se erige un globo que a simple viste parece la luna llena.

Utatane mira al sesgo los objetos más simples, interrogándolos, planteando un enigma allí donde normalmente ni siquiera nos detendríamos, desrealizando el mero funcionalismo de las cosas, como si uno estuviera entregado a la siesta, al margen de la vida despierta.

Es clara en Kawauchi la voluntad de rescatar de entre la férrea y omnipresente occidentalización de la vida japonesa una sensibilidad tradicional. A tales efectos el libro desestima los clichés del japonismo, no se dedica a mostrar kimonos ni flores de cerezo. Cuando enfoca a las carpas lo hace desde un ángulo inédito: el de sus bocas abiertas como fauces, como abismos devoradores o soportes de un grito aterrorizante. Nada más lejano de los amables peces en su indiferente deambular a que el folclore de exportación nos tiene acostumbrados.


Haiku

Decía al comienzo que el haiku se reveló como el referente literario más pertinente para leer Utatane. El haiku es una forma poética breve, original de Japón, compuesta generalmente por tercetos, que con ejemplar concisión transmite una sensación basada en percepciones frecuentemente visuales. Su intención es transmitir la emoción, a menudo el asombro, del poeta ante la contemplación de un instante en el devenir de los elementos de la naturaleza.

En Utatane la subjetividad de la mirada se expande por los objetos que capta en un instante. Incluso si fotografía una puerta, lo hace en cierta conjunción de luz y desde una perspectiva que implica la postura de un cuerpo que un poco más tarde ya no ocupará el mismo lugar. Al igual que en el haiku las imágenes muestran una “adhesión a la belleza del cosmos, ejemplificada (…) por el mundo animal, vegetal, mineral, atmosférico”. A lo que se agrega el paisaje urbano (calles, edificios públicos, subterráneo, ómnibus) incluido el interior de las viviendas en sus aspectos más íntimos.

Kawauchi fotografía a partir de una sensibilidad zen que “intenta decir algo que por sus propias características resulta imposible nombrar”. La imagen permite rozar el objeto efímero. Depende del lector que ese roce, a la manera de una revelación o iluminación, resulte fecundo en sentidos.

A modo de ejemplo unamos un par de haikus con un par de fotos de Utatane:

Peces en el cubo
en la tarde
en la antesala (lo ignoran)
de una cena


Aunque Buda dormite,
ofrendas de flores,
ofrendas de dinero



Ashi

En Utatane el cuerpo humano aparece de forma muy particular. Casi nunca frontal ni entero, sino en vínculo íntimo con los objetos que sostiene, indica o padece. En una relación de simpatía o consustanciación que llega en algunos casos al antropomorfismo y en otros a una suerte de hibridación que confunde la distinción entre animado e inanimado.

Para pensar estas cuestiones recurrí al libro “Karada. El cuerpo en la cultura japonesa” de Michitaro Tada. Y volví a quedar anonadada, “karada” significa tanto cuerpo como sustancia, objeto y realidad…

Tampoco el libro de Tada ofrece una visión global del cuerpo humano a la manera de la educación occidental. Dividido en once secciones recorre los distintos fragmentos corporales desde la cabeza a los pies. Y a los pies era donde quería llegar, motivada por tres de las imágenes de Utatane, en las que unos pies femeninos anchos se oponen a un hoyo, a un pozo, y a un terreno arenoso en el que avanzan unas tortuguitas. Una nueva sorpresa me esperaba al encontrar que “ashi” significa indistintamente pies y piernas…

Tada, que reúne una profunda erudición respecto de Oriente y Occidente, incluye en sus reflexiones datos de su propia biografía. Entre sus recuerdos de infancia está el de haber sido ridiculizado por un maestro debido a su forma de caminar. Ya grande descubrió que esa forma de andar, adelantando pierna y brazo del mismo lado a la vez, correspondía a la tradición japonesa. Pero esta, como otras tradiciones, estaba siendo violentamente sofocada por la voluntad de occidentalización del Japón. Tada nos recuerda que la forma de caminar caracteriza a cada persona y a cada cultura.

En tanto occidentales, la presencia de un pie desnudo puede llamar especialmente nuestra atención porque estamos acostumbrados a considerar los pies como partes despreciables, sucias, de nuestros cuerpos, que es mejor ocultar, cuando no deformar, con los zapatos que la moda dicta. No valoramos como los japoneses el andar descalzo ni la belleza del pie. Los zapatos han sido y todavía son, aunque en menor escala, un artefacto de represión del cuerpo. Tada señala que la colonización occidental, en su dimensión cultural, avanzó mediante la imposición del alfabeto y del calzado.

Por otra parte, caminar y escribir iban de la mano para Matsuo Bashô, “de profesión paseante”, en cuyos diarios de viaje se incluyen algunos de los haikus más valorados de la tradición japonesa.



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Los haikus citados y las citas sobre haikus pertenecen a “El libro del haiku”, selección, traducción y estudio crítico de Alberto Silva, Editorial Bajo la luna, Buenos Aires, 2015.

Las imágenes de Utatane pertenecen al libro y están tomadas del sitio web de Rinko Kawauchi (http://rinkokawauchi.com/en/works/284/) y del recorrido por el libro disponible en YouTube ( https://www.youtube.com/watch?v=QWLMxixpbek).

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