Un desnudo es una representación del cuerpo humano en estado de desnudez.
Existen muchos tipos de representación del cuerpo humano en estado de desnudez: está el desnudo médico o científico, está el desnudo a secas, está el pornográfico, está el atlético, el estético, el publicitario, etc. Entre ellos está el desnudo erótico.
El desnudo erótico se caracteriza porque, sea en el que se ofrece a la mirada, o en el que recibe la oferta, o en el que describe o narra la situación, el Deseo está en juego.
El desnudo erótico es siempre realista: no se trata del cuerpo humano en abstracto sino del cuerpo de alguien que, desde su especificidad, desea o es objeto de Deseo. Sin elementos que permitan discernir esa especificidad, sean físicos o mentales, no hay erótica.
El desnudo a secas es la mera desnudez, es el desnudo erótico sin las marcas de la singularidad y sin las marcas del Deseo. El desnudo a secas es el desnudo deserotizado, es el cadáver del desnudo erótico.
El desnudo erótico no tiene nada que ver con las distintas representaciones de la desnudez clásicas o a la moda del día. No se trata de una exhibición de la Belleza. En el desnudo erótico la especificidad del representado y la presencia del Deseo son lo decisivo.
O, en todo caso: la belleza en el desnudo erótico no es la del (la) representado (a) sino la de una combinación única de especificidad y Deseo. Es esta combinación lo que conmueve al que recibe la obra.
Desnudo erótico y representación de la Belleza clásica, moderna o la que sea, no tienen nada en común. Una cosa es verse conmovido por la representación de un tipo de Belleza cuya ideología implícita comprendemos y compartimos, y otra cosa es verse conmovido por la representación de un cuerpo humano, no importa si feo, vulgar o bello, en un contexto de Deseo.
La desnudez es transgresión. El mandato civilizatorio indica ocultar el cuerpo. Sólo tolera la representación del cuerpo en tanto idealización y con fines pragmáticos. Exhibir el cuerpo en tanto especificidad, es transgredir. Pero también el Deseo es transgresión (ver mi EROTICA, DESEO). Por consiguiente el desnudo erótico es doblemente transgresión. En tanto desnudez específica y en tanto exhibición de las marcas del Deseo.
¿A qué distancia del cuerpo desnudo se sitúan los distintos tipos de desnudo? El desnudo médico o científico incluye el interior del cuerpo, el pornográfico incluye a las mucosas pero no al interior del cuerpo, el desnudo estético excluye las mucosas pero incluye a los pezones y vellos púbicos, el desnudo atlético y el publicitario excluyen mucosas, pezones y vellos púbicos. Al desnudo a secas le es indiferente la distancia desde la que se lo mire. La distancia justa para el desnudo erótico sólo la conoce el Deseo.
La excitación de que puede proveer el desnudo pornográfico y la que puede proveer el desnudo erótico son diferentes. La primera proviene de la identificación con las situaciones y posiciones que el desnudo evoca. La segunda proviene de una identificación con la subjetividad deseante.
Los medios proponen continuamente los cuerpos de los atletas y las modelos, cuerpos estilizados, dizque perfectos, como los cuerpos ideales, frente a los cuales los cuerpos reales y concretos están en falta. De esta manera fomentan el rechazo del propio cuerpo, la alienación en idealizaciones. La razón de ser de esta maniobra es, obviamente, derivar el Deseo hacia esos modelos, y por consiguiente fomentar el consumo espectacular de esos modelos, de los accesorios que promueven, y de los productos que les han permitido llegar a ser lo que son. La propuesta implícita es que el Deseo y las maravillas del erotismo sólo pueden alcanzarse a través de esos cuerpos. A lo que conduce todo esto es al consumismo y a la masturbación.
El desnudo pornográfico se propone como pronto y dispuesto a recorrer el camino que conduciría al objetivo supremo, que sería el orgasmo. El cuerpo erótico nos abisma en su misterio, que es el misterio del Deseo. Y la finalidad del Deseo no es el orgasmo. En la épica del Deseo el orgasmo puede ser una escala técnica o un efecto colateral, pero nunca es el Grial en persona.
El cuerpo del desnudo pornográfico es un cuerpo esencialmente eyaculatorio. La pornografía se obsesiona con la visibilidad del semen y con la eyaculación femenina. El cuerpo del desnudo erótico puede hasta prescindir de la eyaculación y del orgasmo, todo lo que cuenta para el erotismo es la devoración, llevada hasta donde pueda ser llevada. En la pornografía la eyaculación cierra el ciclo, el producto está terminado y pronto para el consumo. Para el cuerpo erótico no hay cierres, no hay finales, todos los finales son insatisfactorios, imposibles.
En Erótica la posesión del cuerpo vestido subraya el carácter irrefrenable del Deseo, o comprueba la sumisión del objeto de deseo. La posesión del cuerpo desnudo subraya el carácter sacrificial, devoratorio del Deseo. En el sacrificio humano se abre el cuerpo para extraer el corazón. En la posesión deseante se arrasa el cuerpo deseado para extraer de él unas gotas de esencia, de secreto.
El desnudo erótico está allí para ser devorado. Espera. Se ha rendido ante la potencia del Deseo. Su entrega a la espera es la manifestación de su propio Deseo, el Deseo reflejo (ver EROTICA, DESEO). Sabe que va a ser objeto de exploración, de escrutinio, y luego de posesión, de devoración. El desnudo erótico no sugiere la inminencia del placer ni promete la eyaculación. Su Deseo del otro es ser deseado por el otro, su posesión del otro es ser poseído por el otro. En el desnudo erótico hay el temblor de la espera y el Deseo reflejo. El Deseo reflejo es un espejo en el que la potencia del Deseo deseante se multiplica.
¿Cuánto dura el desorden, el misterio, la imantación del desnudo erótico? Tanto como dura el Deseo, es decir, la ilusión del secreto, de la revelación, de la epifanía. El plazo está en la mirada del deseante. Extinta la ilusión el cuerpo se desimanta, no es sino desnudez, es el desnudo a secas.
La única posibilidad de que un cuerpo humano sea bello, más allá de cualquier ideología de la belleza a la moda del dìa, es cuando ha sido transmutado por la mirada del Deseo. No importa cuánto se haya retocado o estetizado una desnudez, el cuerpo humano sólo remite a su funcionalidad –las tetas sirven para mamar, la vagina para parir, la verga para inyectar semen, la boca para comer y el culo para cagar- a menos que esté transmutado por la mirada del Deseo.
En un mundo que no estuviera desquiciado por la miseria sexual sólo el Deseo mojaría las vulvas y endurecería las vergas. Tal y como son las cosas, cualquier desnudo más o menos provocador pone la maquinaria sexual a funcionar. Tal y como son las cosas, el Deseo se reprime (ver ERÓTICA, DESEO) y la imaginería provocadora se multiplica. Es la manera de controlar la libido, de ponerla al servicio del consumo. La masturbación y la prostitución están en la base de la sociedad de consumo. La primera medida de una política contra el consumismo sexual consiste en enseñar a distinguir provocación y Deseo.
Desear deseamos todos –a al menos todos somos capaces de desear-, pero sólo el artista es capaz de expresar el Deseo. El artista marca el cuerpo sea vestido o desnudo de tal manera que se convierte en objeto de deseo y con tal intensidad que al menos mientras lo tenemos delante no podemos sino experimentarlo como el objeto de nuestro deseo. El desnudo erótico nos obliga a experimentar, a compartir un deseo que no es el nuestro.
El desnudo erótico, en tanto desnudez resignificada por el Deseo, ofrece las pistas para formular un enigma: ¿qué es lo que aquí se combina para imantarme? La fuerza del Deseo, frente a un desnudo erótico, se percibe de inmediato, pero acercarse a su misterio es algo que se hace paso a paso, leyendo cada una de las marcas, enfrentándolas entre sí, estableciendo las trayectorias de la energía, de la afinidad y del rechazo.
El desnudo provocador, el esteticista, el publicitario son más que abundantes, en cambio el desnudo erótico es raro. Implica éste dosis de profundidad y sutileza para cifrar y descifrar las vicisitudes del Deseo, e implica dosis de contemplación, sensibilidad y paciencia en el que recibe la obra, actitudes que no son precisamente habituales en el mundo de consumo sobreacelerado en el que vivimos.