jueves, 28 de febrero de 2013

ERCOLE LISSARDI entrevistado por PATRICIO ZUNINI para el blog de Eterna Cadencia

“La sociedad se pornografizó” 

El escritor uruguayo Ercole Lissardi habla de su nuevo libro, El centro del mundo(Planeta). “Las grandes editoriales están aceptando que la gente quiere que le hablen de sexo en serio”, dice. 


Foto de Rolando Andrade Stracuzzi 

Ercole Lissardi no se llamaba así. Pero cuando empezó a escribir se rebautizó: “vida nueva, nombre nuevo”, se dijo. En la vida anterior, antes de escribir, había militado en el Uruguay, se había exiliado en México, había trabajado en televisión. Hasta había intentado hacer cine.

—Pero —dice— me di cuenta de la incapacidad de andar dos o tres años detrás de un proyecto. Yo escribo cuatro o cinco las novelas cortas por año. Mi dinámica mental es otra. No era lógico aquel esfuerzo que hice durante mucho tiempo para hacer cine, trabajar con imágenes. No funciono así. Me gusta arrancar una cosa, terminarla, publicarla y olvidarla.


Desde 1996, ya ha arrancado, terminado, publicado y olvidado más de quince novelas. Este mes ha publicado tres en un solo volumen presentado por Editorial Planeta: El centro del mundo (que da título al libro), La diosa idiota, La educación burguesa. Lissardi publicaba por Hum, pero, producto de la limitación de importaciones, a la editorial uruguaya ya no le es redituable llegar a Buenos Aires. El paso a Planeta supuso para Lissardi la posibilidad de seguir siendo leído en la Argentina.

—En Hum hubieran salido por separado. La política de Hum es tener abundancia de tapas y precios bajos. Pero las novelitas funcionan como un todo porque tienen puntos en común. Y tienen puntos en común por una razón muy sencilla: las escribí entre enero y mayo de 2011, forman parte de un mismo estado mental.

Ercole Lissardi es un escritor uruguayo de una profunda destreza que se inscribe, casi obsesivamente, en la tradición erótica, que, como ha señalado Maximiliano Crespi, «pone en segundo plano el sexo para enfocar el deseo».

—La primera nouvelle, El centro del mundo, cuenta la relación de Elías y Clarisa, pero desde el desenlace: se inicia con el descubrimiento del cadáver de Elías. ¿Podría decirse que es una novela epicúrea?

—Es una palabra adecuadísima. Hasta ahora venía diciendo que era la más fantasiosa de las tres. La más lúdica. Pero tiene una idea epicúrea. Yo lo veo así: el deseo en Elías y en Clarisa encaja el uno en el otro. El deseo de ella tiene el desparpajo de los jóvenes: desaforado, sin restricciones. El deseo de él es el mismo que el de ella, pero del otro lado del mostrador. El la desea así, pero su problema es que es demasiado joven y frágil. Él no soporta la dosis de abyección que implica su deseo y se rompe.

—La nouvelle comienza con una idea inesperada: «El centro del mundo es el cadáver».

—La novelita está construida con la idea de contrapunto: cuenta a la vez la peripecia de un cadáver y la peripecia de un joven que llega a ser cadáver. Es un juego muy formal que, sin embargo, lo escribí en diez días de una tirada. No corregí nada: es como era. Al principio tenía solamente esa frase: «El centro del mundo es el cadáver». Toda la novelita salió tirando de ella. Cuando me di cuenta que iba a escribir la historia de un cadáver pensé que no era fácil: el cadáver es un personaje especial, un poco particular. Pero luego me fui dando cuenta de todas las cosas que es un cadáver y de todas las maneras en que podemos relacionarnos con un cadáver. Todo lo que significa en su impavidez y silencio.

—Hablemos de la tensión que se da entre el narrador y el personaje.

—Elías es un personaje que no se deja domar. Pero debo decir que prefiero no hablar del narrador porque entiendo que uno de los pequeños placeres de esta lectura consiste en deducir quién es el que habla. Es un juego, una pequeña trivia con el lector que hacia la mitad de la novelita podría empezar a preguntarse quién habla. Me gusta ese tipo de juegos. El otro pequeño placer que hay para el lector que juega es adivinar qué fue lo que pasó, por qué está transmutado en cadáver. Como se dice: quién es el asesino. Pero eso sólo puede saberse en la última línea.

—En esta primera nouvelle hay, además, varias escenas de masturbación que tienen sentidos diferentes: como anticipo del placer, como frustración, incluso como una violación.

—La cuestión de la masturbación en la erótica está un poco al margen. Parecería que lo que cuenta son actos de otro calibre, otra envergadura. Sin embargo en el juego masturbatorio hay cantidad de cosas y significados. Cada una de esas escenas está en un momento diferente y tienen un significado diferente. Me sorprende cuando la gente dice que en las novelas eróticas siempre es lo mismo. ¡Nunca es lo mismo! Sí: todas las personas tienen dos piernas, dos brazos y una cabeza, pero ninguna es lo mismo que la otra. Cuando estás escribiendo ese texto con esas personas, son ellos y sólo ellos y nadie más que ellos los que están haciendo eso. Nunca nadie lo hizo antes ni lo hará después. Depende en qué medida tu escritura está comprometida con esos personajes: si estás en trance, si estás totalmente metido en la piel de ellos, entonces ese es un acto único.

—La novela sigue el ritmo de relación sexual: con un juego previo, con intensidades y cortes para que se sostenga más, un momento de éxtasis y un final ulterior.

—Yo no pienso la estructura en esos términos: al principio no tengo nada. Sobre todo no tengo una historia. Es la única manera en que puedo escribir porque si tengo una historia no escribo. Yo necesito una imagen o unas palabras que me den vueltas durante varios días y una voz que se le imponga a mi lápiz (escribo a mano). Si luego de cuatro o cinco días lo sigo teniendo en la cabeza es seguro que me siento y empieza a aparecer la historia. Pero aún en el día siete u ocho de escritura, no sé qué va a pasar. Escribir así es como estar en trance. Y es difícil sostenerlo durante mucho tiempo, por eso mis libros son cortos. Me agoto, me canso. La capacidad estructurante me lleva hacia la forma en la cual me agoto menos, que es la novela corta. Lo que acá llaman nouvelle y yo llamo novelita.

—Me sorprende la respuesta porque el ritmo de la novela acompaña a la acción. De hecho, en la segunda nouvelle, La diosa idiota, el texto es un largo devenir que se solapa con el deseo intenso que él tiene de mantener una «cogida sin fin».

—El tipo está furioso. Es la voz de un hombre irritado. No entendió la historia cuando sucedió y ahora que la está recordando tampoco la entiende. Vuelve una y otra vez sobre los encuentros y las desapariciones de la mujer. Tiene un ritmo circular. De alguna manera en su memoria todo es una misma vez. Todo se mezcla hasta no poder distinguir excepto las puntas de la historia. Lo exaspera completamente la manera en que ella responde al deseo: una respuesta que consiste en entregar y retirarse, como si se sintiera culpable. Y cuando él siente que su deseo es capaz de atraparla, penetrarle hasta el corazón y arrancarle el secreto, otra vez se le escapa. Es un proceso que se va haciendo cada vez más terrible hasta que inventa la manera de salir: piensa “si consigo llegar a la otra orilla al amanecer…” Al amanecer desaparecen los fantasmas.

—La primera es una novela epicúrea. La segunda me resulta mística. ¿Y la tercera?

—Política. Por eso me parece que está bien la compilación del libro: muestra cosas propias de mi escritura. Por un lado lo lúdico, lo fantasioso. Yo busco el humor. No soy capaz del humor, pero lo busco. La segunda novelita es sobre la angustia metafísica. El no sabe qué está pasando y no sabe lo que quiere. Querría reducirla a polvo y tragarse después el polvo. Y La educación burguesa es la veta política. Algunos de mis libros tienen una voluntad de discurso político, pero no en términos de ideología sino como crítica en sordina. Un poco a la manera de Buñuel, donde se trata de mostrar ciertos tics de la burguesía. Ernesto es un hijo divino, adora a sus padres, está dispuesto a seguir el camino marcado. Es ingenuo, es un muchacho bien, estudia y se va a recibir de contador muy jovencito. Todo es perfecto en su vida. Pero los padres le tienen asignado un lugar: eso es propio del orden burgués, cada uno tiene su rol, su lugar. No importa cómo llegues a ocuparlo, pero hay que cumplir con esto. ¿Qué lugar es el que los padres le reservan a Ernesto? El de ser la frutilla en la torta en la armonía con sus amigos. “Casemos a nuestros hijos”. Es el orden perfecto. El problema es que Ernesto no desea a Mónica. De ahí que pasan páginas y páginas y no pasa nada: no hay deseo. Hasta que se cierra el círculo y ellos se convierten en lo que realmente son: los títeres del deseo de un tercero. Como dice Lacan, “el deseo es el deseo del otro”. Esta novelista es una pequeña fábula de naturaleza política: cómo se configura un orden.

—¿Por qué hay un auge de la novela erótica?

—Porque la industria del entretenimiento decidió aggiornarse. Entre 1970 y 1975 cayó la censura en occidente. Argentina es un caso especial, la censura siempre duró un poco más por el peso de la Iglesia. Pero cuando se autorizó la circulación comercial normal en los cines de Garganta profunda, que es de 1972, comenzó a caer definitivamente la censura en lo relativo a la representación sexual. La que aprovechó esa nueva permisividad fue la industria de la pornografía: se convirtió en una industria enorme que genera rentabilidades demenciales. De pronto vender pornografía se volvió legal, paga impuestos, nadie puede decir nada. La pornografía, que unos años antes se entregaba por debajo de los mostradores, ahora viene dentro de la bolsita con la leche y la lechuga. Y cada innovación tecnológica la hace más fuerte. Y cuando llega internet y explota. Ahora bien, la industria del entretenimiento —me refiero al cine, la televisión, las grandes editoriales— decidió tomarse un tiempito de cautela. Algo así como tres décadas. Recién ahora están aceptando que la gente quiere que le hablen de sexo en serio. La sociedad se pornografizó. Estamos saturados de pornografía. En este momento los que toman las decisiones empezaron a girar el timón. Por ejemplo, en la televisión hay una serie que se llama Girls, que es buenísima: es notoria la franqueza con la que hablan de sexualidad. Y también se dio en la industria editorial. No se puede seguir con una visión simplista, medio pacata. Hicieron una primera probadita con 50 sombras. Largaron un libro así a nivel de gran industria: treinta y cinco millones de ejemplares vendidos en Estados Unidos, veinte en Inglaterra. Cuál es el resultado: ahora viene la literatura erótica.


https://www.eternacadencia.cBom.ar/blog/contenidos-originales/entrevistas/item/la-sociedad-se-pornografizo.html

22 de febrero de 2013


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