miércoles, 29 de diciembre de 2010

- Lissardi, Polleri y Ferreiro hablan sobre la actualidad de la literatura uruguaya con Budassi en Filba 2010 -


Los escritores Ercole Lissardi, Felipe Polleri y Alejandro Ferreiro participaron en un panel sobre la actualidad de la literatura uruguaya en la edición 2010 del Festival Filba con la coordinación de Sonia Budassi.


Ercole Lissardi es novelista y ensayista, estuvo exiliado en México durante la dictadura de su país y comenzó a publicar tardíamente en 1995. Sus novelas más recientes son Ulisa (2008), Una como ninguna (2008) y La vida en el espejo (2009). En 2009, en coautoría con Roberto Echavarren y Amir Hamed, publicó el libro de ensayos Porno y post porno. Felipe Polleri participó en los célebres talleres literarios de Mario Levrero. Ha publicado recientemente El alma del mundo (2005), Gran ensayo sobre Baudelaire (2007) y La inocencia (2008). Alejandro Ferreiro es periodista, escritor y poeta. Es autor de ocho títulos, entre los que podemos mencionar Portland (2000), Todo lo quieto sueña moverse (2006), Historia Natural del Silencio (2008). Es columnista en El País Cultural desde 2003.

Sonia Budassi: Quería remarcar algo que nos pasa con los vecinos: los tenemos tan próximos que los observamos y los espiamos y los admiramos y, a veces, los envidiamos. Eso nos pasa con la literatura uruguaya que hemos leído y que produce una obra diversa como son las obras de Lissardi, Polleri y Ferreiro, que tienen puntos en común pero son tres voces muy particulares. También hay algo, aunque marginal, que llama la atención y  que conforma la identidad del Uruguay: hay nombres que son 100% charrúas. En 1913 el médico Roberto Bouton se puso a investigar esta particularidad y encontró nombres tales como Tránsito Caballero, Tresfilos Tabárez, Vinobien Valdenegro, Firmo Aldecoa, Capataz Sotelo, Canuto Arredondo y, voy a meter un nombre de mujer: Subterránea Gadea. Este estudio fue entre 1913 y 1930, pero en nuestros días este fenómeno identitario es bastante notable. En la guía de teléfonos de Montevideo puede encontrar a Elpidio Fernández, Marcos Simbad Delfino, Julio Treintaiuno, Trademar Silveyra. Hasta en la selección de fútbol uruguaya hay nombres charrúas: Oscar Washington Tabárez, Elgidio Arévalo, Sebastián Bruno Fernández Miglierina (alias Papelito; recordarán a los relatos yanquis e ingleses diciéndole "Little Paper"). Por supuesto, otro de los paradigmático es el del expresidente Tabaré Ramón Vázquez Rosas. Hoy, sin embargo, me toca presentar a Alejandro Ferreiro, Felipe Polleri y Ercole Lissardi (que en realidad es seudónimo): desconfié bastante de la "uruguayeidad" de los tres. Vamos a ver si los podemos identificar como uruguayos desde lo que producen.

Ercole Lissardi: Dijiste Sonia que yo tengo un seudónimo, pero no es cierto: cambié de nombre.

Bien, gracias. En Gran ensayo sobre Baudelaire Polleri tematiza la imagen del escritor. Lo muestra como una persona perseguida, humillada, desencajada, al borde de la locura. En La inocencia uno de los personajes muestra la otra cara del escritor burgués y dice que dedicaría toda su obra a los que trabajan para que él tenga tiempo de escribir. Quería preguntarles en qué puntos de esos retratos que hace Polleri se sienten identificados.

Felipe Polleri: La inocencia es una novela sobre el barrio en el que nací. Pocitos es un barrio de clase alta, un barrio al que detesto cordialmente. Eso lo dice un personaje que no es central, un burgués que vive en una de esas casonas de Pocitos, una persona mayor medio solemne que escribe poemas. Fue una especie de caricatura de lo que sería el protagonista si no se hubiera ido de ese barrio. Yo de ninguna manera le dedicaría mis libros a los que lo hicieron posible: ¡yo los hago posibles! [Risas] Yo los he hecho posible. No tengo gente que trabaja para mí ni vivo de rentas.

La otra cara está presente en Gran ensayo de Baudelaire, el artista perseguido, humillado, sufriente. En una conferencia hiciste una suerte de tesis sobre la literatura como delito.

Felipe Polleri: Sí: idealmente, por lo menos yo escribo me deberían llevar a la cárcel. Pero no me dan bolilla. En Uruguay no importan los escritores: importan los jugadores de fútbol.

Alejandro Ferreiro: Ya no se lee, Polleri.

Felipe Polleri: ¡Ya lo sé! Yo describiría a mis libros como terapéuticos. Me hacen falta, los escribo porque necesito sacarme los demonios. Entonces es una literatura que puede llegar a ser muy agresiva, hostil. Se trata de artistas que viven bastante mal y que están en una relación de odio con el medio, con el entorno, con la ciudad y los habitantes. Digamos que en la literatura encontré una manera... Yo soy una muy buena persona [Risas], soy padre, hace treinta años que estoy casado con la misma mujer y nunca fui preso.

Nunca te persiguieron como a tu personaje en Baudelaire.

Felipe Polleri: Como escritor sí, pero eso le pasa a todos los escritores. Todos somos malditos. Ser escritor en Uruguay y no ganar plata es muy difícil. Además siempre quise ser escritor y me pasé 30 años fracasando. El fracaso es seguro en Uruguay. Lo demás hacen plata y vos sos el tarado.

No es exclusivo de Uruguay.

Felipe Polleri: Sí, ya sé, pero me parece que en Argentina hay más posibilidades para los escritores. Allá no hay Premio Municipal ni cosas por el estilo, tenés que nacer y morirte igual. Para mí escribir ha sido como vivir una vida completa. Todo lo que hago en mi vida cotidiana trato que sea positivo. Se ve que para mi equilibrio necesito escribir para la otra parte, la parte oscura, más loca. La literatura no es simplemente un desahogo: soy formalista, considero que el valor estético es fundamental, pero también funciona como terapia.

Si me das la licencia para sobreinterpretar esto de ser escritor que te hace una suerte de catarsis pero te impone nuevas peripecias, la imagen de los editores en tus libros son terribles. Las escenas que pintan a un escritor entrando a las oficinas de una editorial son horripilantes, kafkianas. ¿Cuál es, cómo ves el manejo de las editoriales en Uruguay?

Felipe Polleri: Hay dos editoriales que funcionan: Hum y Banda Oriental, que es una de las antiguas. Han surgido otras. Pero era la producción editorial en Uruguay era eso: "llamame la semana que viene", y después "se me complicó, llamame la semana que viene". En Uruguay funciona mucho el "te voy a hacer un favor y voy a publicar tu libro". Eso me vuela los pájaro. Incluso, hay editoriales que viven de ediciones pagas. Hay muy poca gente que arriesgue dinero para publicar. El editor, de alguna manera, es el enemigo de alguna manera. ¿Me hiciste un favor? Bueno, la verdad que no te lo agradezco.

Alejandro, vos publicaste en varios sellos. ¿Cómo es tu experiencia y cómo ves que se están moviendo las editoriales?

Alejandro Ferreiro: Publiqué en varios sellos y ahora publico en dos por aquello de tener siempre los pies en dos lados posibles. He tenido suerte: no he pagado mis ediciones. Considero que eso es suerte en el contexto que habla Felipe. Hace tres años tuve la posibilidad de firmar con RHM y edité dos libros. Sin embargo esos libros no están en Argentina, no los pueden conseguir. Son mis libros seis y siete: tampoco es poca obra. En Argentina está mi primer libro  porque lo reeditó HUM y lo mandó para acá: de todos mis libros sólo está el primero que llegó por una editorial superchica que es enorme por lo que hace. En ese sentido las condiciones uruguayas son muy seguras en cuanto a que no tenés chance. Eso de alguna manera tranquiliza y estimula muchísimo porque uno tiene que escribir lo que tiene que escribir por los motivos que le sobran a uno. No hay ni siquiera la posibilidad de confusión a la hora de escribir de pensar en el otro. No me preocupa para nada la posibilidad de vender mis libros porque doy por hecho que no la tienen. Entonces no pierdo tiempo y me dedico a escribir. Yo soy periodista y en un momento decidí dejar de ejercer para concentrarme sólo en la literatura, por dos razones: primero porque necesitaba hacerlo, y segundo porque mientras tenía un programa de radio que era muy escuchado mis libros eran absolutamente ignorados por la prensa.

¿A qué atribuís eso?

Alejandro Ferreiro: Hablar de mis libros significaba hablar de mi programa de radio: hablar de la competencia. Uruguay es un país muy chico. No hay mercado para todo. Cómo voy a invitar a este loco por su libro si tiene un programa de radio que compite con el mío. Después me gané unas becas, me fui del país a escribir y ahora resulta que hago cualquier cosa y me entrevistan. Y, obviamente, me hablan de aquel programa de radio. En Uruguay hasta que no estás muerto no estás vivo. Eso es una realidad que han vivido las generaciones anteriores y se sigue viviendo. Entiendo a Felipe, comparto lo que dice, pero todo esto lo encaro de una manera personal. Tú decías si nosotros tres tenemos rasgos en común: sin duda los tenemos, pero somos distintos. Yo vivo en Pocitos, el barrio que odia Felipe. No nací ahí pero decidí mudarme por la misma razón que él. Si uno odia un edificio y todos los días que pasa por ahí lo ve, lo que tiene que hacer es irse a vivir ahí para no verlo más. Eso es lo que hice. Encerrado en mi casa puedo producir. Me gusta definirme como una persona que ahora escribe. Me parece que escritor no es el que publica, es el que escribe: yo escribo. También publico, pero escribo. En ese sentido lo que yo quiero es perder el tiempo. En todas las cosas que hice en mi vida -antes música, después periodismo, ahora escribo, mañana cocino- perdí el tiempo. Necesito tener tiempo libre, tranquilidad, que no me molesten, vivir con lo mínimo y, entonces, poder perder todo el tiempo que uno necesita perder para hacer una cosa con amor y dedicación. Ya sea hacer un pan o un libro las reglas son las mismas: hagamos lo que nos gusta con amor, dedicación y preocupados primero que nada por nosotros. Para mí es bien sencillo, por eso estar en Uruguay me lo facilita.

Lissardi me contaba que estaba un poco cansado de que siempre le preguntaran cuál es la diferencia entre arte y pornografía. Así que te quería preguntar ¿cuál es la diferencia? [Risas] ¡No! Mentira. Lissardi, además de escritor de ficción, es ensayista. A pesar de que has dicho que escribís como un animal hay mucha reflexión en tus ensayos, que pueden funcionar como fundamento de tu obra.

Ercole Lissardi: Me he dado cuenta que los distintos temas que analicé en los ensayos forman parte de una visión de conjunto respecto de la cuestión del erotismo  y la erótica en la cultura de Occidente. Esos ensayos surgieron por la vasta y profunda incomprensión que mis escritos generaron en buena parte de la prensa uruguaya. En primera instancia esa incomprensión me hizo pensar que se trataba de una falta de conceptos, de que había alguna carencia conceptual que hacía que la gente dijera una cosa cuando era otra. Después me di cuenta que hay otras razones más profundas para que la gente diga algo que no es. Pero como al principio pensé que era una carencia conceptual y, como soy un entusiasta, me lancé a la tarea de reflexionar sobre la cuestión, sobre lo que hago, para tratar de explicarle a los demás qué es, qué significa dentro de una tradición. Si hubiera encontrado los libros o los ensayos en los cuales dijera lo que necesitaba decir realmente no hubiera hecho el esfuerzo de pensarlo. No tengo vocación. Pero lamentablemente la reflexión sobre erótica ,sobre erotismo, sobre literatura erótica y arte erótico en el terreno de lo conceptual es muy pobre. Me refiero a la bibliografía de cualquier idioma. No he podido encontrar bibliografía profunda para entender conceptualmente lo que uno hace. Entonces me dije que era  necesario producir este pensamiento. Es una especie de consecuencia residual de haber escrito 18 novelas. He tenido que pensar qué significa. Creo que es importante para los escritores saber qué significa lo que hacen. Es papel de la crítica contextualizar, colocar dentro de un sistema conceptual una obra: eso es prácticamente imposible para literatura y mucho más para la literatura erótica en Uruguay. La razón por la cual me he disfrazado de ensayista es esa.

Tu ensayo "Después de la pornografía" me hizo pensar en tu novela "Los secretos de Romina Lucas" cuando tratás la relación entre deseo y muerte. En el ensayo hablás de Oshima y su película "El imperio de los sentidos".

Ercole Lissardi: La pornografía se volvió completamente visible en 1972, cuando se exhibió por primera vez una película pornográfica comercialmente. Todos sabemos: fue "Garganta profunda" en Nueva York. Desde entonces han transcurrido 40 años. Me pareció razonable ponerse a pensar el diálogo que el arte, la literatura, ha mantenido con esta marea tremebunda de la pornografía, esta enorme marea que ha permeado y ha entrado en todos los aspectos de la vida. El libro tratar de desbrozar esa relación, ese diálogo, mostrando una serie de casos concretos en los cuales escritores y cineastas han trabajado en el límite mismo y, en ese caso, qué relación mantiene su producto con esa cosa pornográfica a la cual yo reduzco a un concepto que es el de cuerpo pornográfico. Qué relación mantiene su tratamiento del eros -o sea del deseo- con eso que está en la mente de todos y que yo conceptualizo como la noción de cuerpo pornográfico.

Es curioso, y es aplicable a varios escritores, cómo la crítica y la prensa eligen etiquetas. Me parece que en las lecturas se deja de lado otro aspecto de tu obra que tiene que ver con la trascendencia. He leído que te dicen nihilista, lo que es contradictorio con tu obra.

Ercole Lissardi: Bueno, no me puedo responsabilizar. No recojo el guante.

Alejandro Ferreiro: Porque sos nihilista. [Risas]

Ercole Lissardi: El corazón de lo que yo escribo es el intento de atrapar una cosa que es inatrapable, de representar una cosa que es irrepresentable, que es esencial y es un misterio que a todos nos atañe y que le da sentido a la existencia: el deseo. La pornografía representa una cosa que es eminentemente representable: el coito. No es más que eso, nunca quiso hacer más porque le va muy bien haciendo eso. Es una de las industrias más grandes del planeta. Ellos quieren representar la cópula y ya. El arte erótico intenta representar una cosa irrepresentable que es el deseo. El arte erótico puede ser con o sin ropa. Mis libros son muy explícitos, pero no necesariamente es así. Siempre doy el mismo ejemplo: una de las películas más profundas de análisis del deseo humano es Muerte en Venecia, de Visconti, en la cual, por cierto no hay ningún tipo de exhibición de cuerpo ni de sexualidad. Sin embargo es un análisis del deseo como pocas veces he visto. En mis novelas se trata de atrapar con en una especie de rayos equis esa fuerza incontrolable que de pronto nos impele hacia una persona. Esa es la manera más sencilla de definir qué es lo que hago.

Felipe Polleri: La crítica en Uruguay generalmente no cumple con la labor de ser espejo, de decirnos qué hacemos. Uno mismo es quien tiene que tener muy claro lo que hace. Me pueden elogiar -no me voy a quejar- pero muchas veces les digo que no se trataba de lo que dicen. En Argentina capaz que tienen un exceso, una sobreinterpretación de las cosas; en Uruguay una carencia. Lo entiendo a Ercole sobre la necesidad de escribir un ensayo.

Ercole Lissardi: Hace poco me preguntaban por qué hay escritores raros en Uruguay. Seguramente puede molestar a alguien que lo diga, lo lamento de antemano, pero la razón por la que hay escritores raros en Uruguay es que la cultura uruguaya es profundamente chata, profundamente mediocre. Provinciana en el sentido fuerte de la palabra. Los verdaderos escritores, ante la ausencia de cualquier tipo de discurso o mirada, se meten adentro de cuevas, dentro de sí mismos y se alimentan de su propia locura hasta que llegan a un estado... como el de Felipe. [Risas] Es un proceso de autofagocitación, es un proceso así. Esa es la razón por la cual hay escritores raros. ¿Me equivoco, Alejandro?

Alejandro Ferreiro: ¡Nunca! Lissardi nunca se equivoca en público. [Risas]

Alejandro, ¿cómo ves que funcionan hoy los mecanismos de legitimación?

Alejandro Ferreiro: Uruguay es un país muy chico en términos de población. En todo el país hay tres millones de habitantes, en el mundo hay cuatro, si contamos los setecientos mil que hay afuera. Piensen en un país de tres millones y una capital de un millón y medio y compárenlo con cualquier ciudad de Argentina. Esa dimensión es muy importante para entender un fenómeno que se repite en cualquier ciudad: siempre te matan en el barrio. Te arruina la escuela, tu familia, el liceo, la universidad, tus amigos. Te arruinan con amor.

Al final el nihilista sos vos.

Alejandro Ferreiro: De niño me rezongaban diciéndome "dejate de contar historias y andá a bañarte". Hace poco lo recordé ahora dije "¡bien! seguí siendo el que tenía que ser". En el camino te arruinan. En un país como Uruguay y en una ciudad como Montevideo, la familia son todos. Estás continuamente salteando golpes, sorteando obstáculos, saltando pozos. Eso es así, básicamente, porque te quieren, porque te tienen cerca. En mi país soy conocido como periodista. Ni mi familia me entiende: mi madre me acompañó al aeropuerto cuando venía para acá y me preguntaba si no había tenido alguna oferta para trabajar en radio. Claro: antes ahorraba plata y ahora no llego a fin de mes, pero si no me libero de eso me frustro. La mayoría de la gente que conozco está frustrada.

Felipe Polleri: Sobre lo que decía Ercole de los raros: no hay una literatura uruguaya como hay una literatura argentina. Los escritores uruguayos son todos distintos entre sí, desde siempre.

Alejandro Ferreiro: La cercanía te obliga.

Felipe Polleri: Es una literatura hecha de raros. Nunca hubo una corriente. Lo decían Alejandro y Ercole: te llevan a la excentricidad. No hay nada más imposible en Uruguay que estar haciendo letritas en un papelito. Sos un excéntrico, un tipo muy raro. Qué estás haciendo. Cada vez sos más raro, cada vez te estás encerrando más. Ese es el fenómeno que se da. La rareza es escribir.

Alejandro Ferreiro: En Uruguay la rareza es hacer lo que te gusta descaradamente. Sea lo que sea. Si alguien se entera que barrés la vereda porque te gusta está todo mal. ¡Es una familia insoportable! [Risas]

Hace un tiempo, Ercole, decías que había una corriente muy fuerte de escritores que tenían una identidad de recuperar cierto espíritu de la literatura setentistas, opuestos a esta condición de raros y originales.

Ercole Lissardi: Prefiero dejar de lado el mainstream uruguayo, que considero totalmente mediocre. Como ellos me dejan de lado a mí, yo los dejo de lado a ellos.

¿Pero el campo es rico como para permitir esa convivencia?

Ercole Lissardi: ¡No! En realidad nos tienen acorralados.

Alejandro Ferreiro: El mainstream uruguayo es patético porque es el mainstream de la familia que vive en el fondo. Los ves todos los días los domingos en la misma panadería. Qué mainstream.

Ercole Lissardi: Hay tres o cuatro lobbys literarios que son atendidos especialmente por las trasnacionales. A mí realmente lo que hagan las trasnacionales y los lobbys de la izquierda me da lo mismo. Yo hago lo mío.

Alejandro Ferreiro: Una trasnacional en Uruguay se diferencia de una editorial uruguaya en que tiene un depósito grande: la trasnacional tiene el 90% ocupado con Paulo Coelho, Isabel Allende, García Márquez. No estoy haciendo un juicio de valor. Ese el negocio de las trasnacionales. Después tiene que sacar a algún uruguayo para que no le mastiquen la nuca. Cuando firmé con una trasnacional mis expectativas eran altas, me propusieron viajar a Bs. As. , a México...

Felipe Polleri: ¡Sos un vendido!

Alejandro Ferreiro: Soy un vendido, pero no a la familia. [Risas] No cambia nada. Lo único que cambia es que algunos periodistas militantes del uruguayismo ya no te entrevistan porque "te vendiste".

Hablando de esto, ¿ven una nueva generación de escritores que estén haciendo obra interesante?

Felipe Polleri: Hay raros.

Alejandro Ferreiro: En Uruguay está lleno de gente que está haciendo cosas. ¡Es insoportable!

Felipe Polleri: ¿Quién no tiene su poema escondido? O su cuento.

Alejandro Ferreiro: La gente no escribe porque dejó de hacerlo hace años. Porque en la escuela te enseñan que el arte es arte y la vida es vida. Hasta los seis años todo estaba mezclado. Pero después sólo baila el que baila más o menos bien. Cuando llegás a los quince años sos un tarado que tenés que decir que Felisberto Hernández significa lo que la profesora te dijo que significaba. Yo cuando di Felisberto Hernández ya lo había leído y para mí significaba muchas cosas más que lo que decía la profesora y cuando puse lo que significaba ella interpretó que yo había tirado bolas. Cuando decidí qué carrera hacer mi padre me dijo "¿vos estás loco? vas a hacer la carrera en la que tenés las peores notas". Yo no supe decirle por qué, pero ahora lo sé: fue porque yo no estaba dispuesto a que me dijeran lo que significan las cosas.

*

Los escritores leen fragmentos de su obra y se abren las preguntas del público.

¿Lissardi, por qué opta por el formato de novela?

Ercole Lissardi: Opto por el formato de novela corta. Escribo una novela corta aproximadamente en un mes, que es el tiempo que soporto escribiendo un libro antes de aburrirme y no escribirlo más. Cumple un tiempo perfecto para mi cabeza. Admiro a la gente que es capaz de escribir un libro de 500 páginas durante años. Pero yo escribo muy rápido, casi con impaciencia.

Alejandro Ferreiro: La pregunta me hace pensar en algo que antes no tenía en cuenta: nosotros tenemos en común que escribimos novelas cortas. Quizás por las mismas razones. A mí me pasa bastante lo que dice Ercole, pero sólo que yo escribí esta novela en un mes después de cinco meses intentando escribir. Para mí todo es escritura y esto es la etapa final. Por otro lado me doy cuenta que yo escribo poemas de aquellos libros que no tengo la paciencia para desarrollarlos. Son pequeñas historias que sumo a otras porque no me gustaría desarrollarlas como novelas. En mi cabeza son novelas, pero me da fiaca y terminan en poemas. De hecho, mi primera novela, Portland, era una canción cuyo estribillo empezó a crecer y crecer y un día me di cuenta que como canción iba a ser un embole. En general lo que escribo como novelas son historias que me agarran y no me dejan escapar de ese formato.

¿Felipe, alguna vez dijiste que tu narrativa era poesía disfrazada de prosa?

Felipe Polleri: Algo de eso. Yo pienso que son poemas disfrazados de novelas porque, a diferencia de estos dos atorrantes, yo trabajo. [Risas] Yo estoy años. Son tan altas mis exigencias formales... Estoy muchos años. ¿Por qué son cortas? Yo quiero describir un personaje en una proyección fantástica. En mi máquina de escribir -no escribo en computadora: escribo a mano y paso en limpio en una mecánica- son 60 o 70 páginas después de tres o cuatro años o más. Después me quedo con lo maravilloso y tiro lo demás.

Alejandro Ferreiro: Y eso agarro yo. [Risas]

Felipe, los personajes de tus novelas tienen mucho resentimiento. Quería preguntarte si tenés alguna relación entre procedimiento y resentimiento o si podrías aplicarlo en otro tema.

Felipe Polleri: El resentimiento me interesa mucho. El odio tiene mala prensa pero hay mucho para odiar. Es un tema que me interesa, es un tema que mueve al mundo: el amor, el dinero, el odio. Podríamos describirlos como gente muy sentida en un mundo muy duro que se volvió dura y no ceja. Golpe por golpe, digamos. La retroalimentación lleva a la destrucción. Mis personajes son, muchas veces, autodestructivos. Quieren herir al mundo que los hirió. Me parece que no sólo es legítimo si no inevitable. Todos lo hacemos hasta con nuestros seres queridos. Si tu mujer se olvidó de la sopa o te la sirvió fría inevitablemente vas a hacer algo en relación consciente o inconscientemente: funcionamos así. Así como devolvemos el amor que se nos dio, devolvemos el odio que se nos dio. "Mató a 50 personas para robar un kilo de arroz": bueno, el precio de su odio son 50 personas. Cuántas veces habré oído esta frase: "yo soy incapaz de sentir odio". ¡Yo soy muy capaz! [Risas] Todos somos muy capaces.

Cuando hablaban del discurso de la crítica decían que en Uruguay había una anomia y en Argentina un exceso. Si no se puede congeniar un punto medio, ¿qué les parece mejor, más saludable?

Felipe Polleri: La sobreinterpretación: de ahí salen cosas. Qué sale de la nada. Me parece que en Buenos Aires hay tanta gente tan inteligente, todos son cerebros, todos opinan de todo. ¡Yo quiero ser panelista! [Risas] Pero saben de verdad. Está lleno de chantas y charlatanes pero hay un porcentaje de gente que piensa de verdad, que se la toma en serio. Yo pienso que siempre es mejor.

Alejandro Ferreiro: No estoy tan de acuerdo. Una diferencia entre nosotros y ustedes es que en Uruguay se contiene todo, se aguanta todo: el discurso, el deseo. Acá le preguntan a un escritor cuáles son los escritores buenos de su generación y dice "sólo yo". No le importa y está bien. En Uruguay es todo tan cuidadoso porque si te presentan una chica linda en un cumpleaños, seguramente sea la hermana de tu exnovia. Es muy complicado. Es muy promiscuo incluso sin quererlo: en Uruguay todos llevamos la sangre de todos. Todo es mucho más contenido, acá es lo contrario. De alguna manera nos entusiasma poder parecernos un poco más. Pero por otro lado la elegancia va reñida con la abundancia.

Felipe Polleri: ¿Pero cuál es la elegancia en Uruguay?

Alejandro Ferreiro: En Uruguay no hay elegancia, pero tampoco lo es mostrar todo todo el tiempo. Me parece que el punto intermedio, lo mejor para los dos, estaría en la mitad del río.

La última pregunta: hay mucha gente que admira mucho y es muy fanática de Levrero. Quería que nos contaran brevemente cuál era su relación con él.

Felipe Polleri: Yo lo conocí cuando trabajaba en la Biblioteca Nacional y Mario venía porque estaba investigando para una publicación de Banda Oriental. Así nos hicimos amigos. Fuimos amigos muchos, muchos años. Qué querés que te diga. Lo quería mucho. Además de que era el tipo al que yo le llevaba las cosas teníamos una relación afectiva. Para mí era como un padre.

¿Te leía antes de que publicaras?

Felipe Polleri: A mí y a 50 personas más. Tenía mucha generosidad. Se murió en 2004 y me sigo enterando de libros que pasaron por sus manos. Fue con él una cantidad de gente, un pueblo. Montones. No solo escritores: también músicos, cineastas.

Ercole Lissardi: Una cantidad de gente que quedó huérfana.

Felipe Polleri: Yo lo puedo leer pero ya no puedo hablar más con él. Esas cosas no se curan nunca. Nunca me voy a curar de eso. Para mí es una presencia ausente. Un ser querido que se murió.

Alejandro Ferreiro: Levrero encarnaba un uruguayo atípico. Era una persona que estaba por fuera de lo que sucedía en su entorno. Eso, que de por sí no es ni bueno ni malo, para lo que él quería hacer era muy bueno. El necesitaba aislarse, escribir y compartir el espacio en su casa con la gente que le caía bien, que lo quería. Yo fui amigo de él en los últimos seis, siete años de vida. Lo visité en varias de sus casas. Lo que más recuerdo de él era su generosidad. Me parece que el que da y da y da sin pedir nada a cambio es perverso. Levrero pedía cosas a cambio, pero lo que daba era increíble. Hoy leía una solapa de un libro que le acaban de publicar y me espantaba un poco, porque dan cuenta de él con una dimensión que hace dos años no tenía. Es tan mezquino lo que sucede con el caso Levrero. Yo creo que él lo percibió, lo sabía y tomó las decisiones acordes. Era la persona más honesta, verdadera y valiente que conocí en mi vida.

Felipe Polleri: Acá, entre el público, está Marcial Souto, su primer editor.

[Marcial Souto]: Lo conocí hace 40 años. Edité su primera novela y el primer libro de cuentos. Lo leí cuando no había publicado y decidí contra todo publicar esos libros en una editorial muy comprometida que no quería publicarlo. Y ahora es lo que queda de aquella época. Ahora eso es lo revolucionario.

Ercole Lissardi: Si me permiten una pequeñísima anécdota para terminar.  Yo no lo conocí y no me resulta especialmente inspiradora la literatura de Levrero, Cuando terminó La novela luminosa se la llevó al editor y él le dijo que no, que era demasiado grande, que por qué no hacía libros chicos. Levrero se fue con su libro para su casa y se le ocurrió morirse. A los dos o tres días estaban las trasnacionales que nunca lo habían editado golpeando la puerta a ver si había dejado algo terminado. No sé si es significativo, pero así es como suceden las cosas.



https://www.eternacadencia.com.ar/blog/filba/item/uruguay-en-los-libros.html

(23/12/2010)


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