sábado, 14 de abril de 2018

Ercole Lissardi - UNA EXPLICACIÓN DE “LA SAGRADA FAMILIA” -

He dicho ya que mi manera de escribir consiste en improvisar desde la primera hasta la última página. Sin este no-saber el continuo de los hechos que narro no emerge.

Escribiendo sin proyecto, es sólo una vez finalizado el texto que puedo intentar comprender su sentido. En realidad no siempre me hago la pregunta por el sentido. Mi posición de escritor en tanto médium no necesita ex ante la garantía de un proyecto ni ex post la garantía del sentido.

En realidad la especulación acerca del sentido sólo se me ha presentado como una necesidad a  partir del momento –felizmente tardío- en que me fue necesario, por razones de promoción, hablar con el público lector. Es el lector el que necesita las garantías de un proyecto y un sentido.

Así pues, me he visto en la situación de interrogar a mis textos acerca de su sentido.

Si el relato es inequívoco y transparente es evidentemente más fácil encarrilarlo en un discurso de sentido. En otros casos el trámite es bastante más complejo. Es el caso de “La Sagrada Familia”.



LÓGICA INTERNA

La opacidad de sentido de “La Sagrada Familia” se debe a la yuxtaposición en el texto de tres núcleos temáticos igualmente densos e intensos pero sin conexión alguna entre sí excepto que conciernen al mismo personaje. Esos tres núcleos diseñan una trayectoria a la que se debe interrogar por el sentido.

Nuestro personaje 1) resuelve el misterio de una desaparición de persona ocurrida décadas atrás, 2) mata al jabalí, y 3) se involucra con una familia de pueblerinos. Pero ¿dónde está la lógica interna que hace de estos motivos un mismo relato al que podamos interrogar por su sentido?

Confieso que hubo un momento en el que debido a esta falta de conexión interna llegué a considerar la obra como fallida. Hubiera sido un error. Cuando la escritura fluye desde lo profundo no existe producir algo que no tiene sentido. Puede costarnos deducirlo, pero ahí está.

Pero comencemos por el principio. ¿Qué sabía yo de mi relato considerado en su conjunto?

Quebrado por un fracaso existencial el fulano abandona la escritura y se va a vivir a un pueblito perdido en la pampa uruguaya. Espera de este entierro en vida una resurrección. O sea un renacer, un regenerarse, un nuevo comienzo espiritual. Este es el dato básico que orienta la lectura de la novela.

En el pueblito nuestro inxiliado vive tres experiencias. La primera consiste en descubrir el misterio de una desaparición ocurrida hace décadas: encuentra al desaparecido enterrado –como él lo está- entre vivo y muerto; el fantasma le pide que lo desentierre y le parta el cráneo con un hacha; haciéndolo lo libera del pasado.

La segunda consiste dar muerte al enorme jabalí que merodea cerca del pueblo. La bola de furia que es este animal grande como un toro representa al instinto de muerte en su máxima potencia, incluida la que arrincona al suicida.


EL RECURSO A LA BLASFEMIA

Pero ¿de dónde saca nuestro inxiliado la fuerza para cumplir estas tremendas tareas? Las saca de la sombra protectora a la que él llama La Sagrada Familia, y que es una especie de familia de freaks campiranos, paradigma de la tontera y la fealdad pero también de la generosidad más perfecta. Ellos lo arropan, lo cuidan y lo aconsejan desde su misma llegada al pueblito. A ellos les lleva en ofrenda el rifle y el jabalí sacrificado.

¿Por qué esta imagen freak de La Sagrada Familia y no la imagen de estampita que tanto inspira a tantos feligreses? Porque los hijos de la postmodernidad ya no nos relacionamos con las instituciones religiosas sino con las ruinas de sus naufragios. Nuestro personaje no puede relacionarse con ésta, que se le hace La Sagrada Familia, sino desde la blasfemia y desde el sacrilegio. Puede amarlos y respetarlos, y puede dejarse proteger y bendecir por ellos pero sólo en tanto objeto de su blasfemia.

Léase Buñuel, léase Bataille, léase el mundo post católico tal y como lo padecemos.

Resumiendo: nuestro personaje procesa su Resurrección, o sea, en otras palabras, su necesidad de una experiencia religiosa, mediante los tres aspectos que diseñan la peripecia de la novela. Se libera del pasado, se desentierra, liquida la bola de muerte que ha anidado en él, bajo la protección mediante una Sagrada Familia, ruina, mutante blasfémica y sacrílega de La Sagrada Familia de las estampitas católicas.

El resultado de esta resurrección o redención es el viaje de regreso a Montevideo que cierra el texto, vuelta del alma al cuerpo, vuelto él mismo a su vida de producción con el proyecto de novela, que es la que ya leemos, para reactivar su identidad de escritor.

“La Sagrada Familia” es, de mis textos, el que responde con más nostalgia a la supervivencia en mí de los escombros y las ruinas de mi educación religiosa.

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