sábado, 10 de noviembre de 2018

Ercole Lissardi - UNA PELICULA JODIDA -

A esta altura del año, hacia noviembre, acostumbro bajar un buen contingente de los títulos consignados en el listado “Best films of the year, so far”, de The Guardian, con la intención de así ponerme al día con las maravillas del séptimo arte. He abierto la nueva edición de mi mini-festival con “Un bello sol interior”. El reparto lo encabeza Juliette Binoche, en cuyo criterio para elegir proyectos me parece razonable confiar.



La película comienza por desconcertar al espectador. No le permite acomodarse en una evaluación de lo que está viendo. Uno se pregunta cómo es posible que esta mujer bella y animosa, Isabelle, mujer propositivamente sexy, en la más hermosa edad de la vida, artista plástica independiente luchando por imponer su arte en el duro medio parisino, personaje tan estimable y positivo en su conjunto, tan digno a priori de felicidad en el ámbito de lo íntimo, elabora relaciones tan lamentables con tipos tan prescindibles.

Una y otra vez encalla su férrea voluntad de afecto y de sensualidad contra diversas formas de la estupidez, la vulgaridad y la canallada a punto tal que uno se pregunta si, ofendidos por la belleza y buena disposición de la proponente, estos machitos no se proponen sino castigarla por estar demasiado buena, y castigarla hasta humillarla, deprimirla y destruirla. Quizá exagero un poco, pero es que en tanto espectador impotente –de darle una mano, por supuesto-, a menos que uno tenga un corazón de hielo, termina por pasar del desconcierto a la furia.

Finalmente Isabelle, en un baile de boliche de pueblo, cae en brazos de un galán buen bailarín, con el cual, en el abrazo metafórico de la danza se entiende de maravillas. Aunque el galán es claramente proleta –adecuadamente se llama Sylvain- y un poquito lacónico de más, es claramente buena onda, de manera que uno suspira y piensa: bueno, está salvada, de esto se trataba, de reivindicar la buena vibra popular, lo pueblerino, lo campirano si se quiere, contra el cinismo, la incapacidad de sentimientos sanos del elemento citadino –una de las vetas temáticas centrales del gran cine francés de los treintas.

Ilusoria conclusión que no dura ni un suspiro. En la escena siguiente, uno de sus pretendientes mala onda le marca la inconveniencia de un galán proleta para el desarrollo de su carrera en las artes plásticas parisinas, y ella, justificando las peores sospechas que podamos haber ido elaborando respecto de su criterio para elegir pareja, va y le traslada el rollazo al galán, que la escucha estupefacto hasta que encuentra la palabra adecuada: Pero vos sos idiota. ¿Cómo podés venir a decirme todas las estupideces que te dicen tus amigotes?

Suena como un campanazo. Porque es la verdad. Lo que le pasa a Isabelle es que es inteligente y bella, pero al elegir hombre es rematadamente tonta. Elige siempre al tipo equivocado y se aferra a él más allá de todas las evidencias de que como pareja no van a ningún lado. La larga y notable escena final confirma en todos los extremos posibles la tontera de Isabelle: va a consultar a uno de esos charlatanes que leen el tarot, y leen el futuro en las líneas de la mano, pero sobre todo lo leen en las boberas que las consultantes les dejan entrever de sí mismas y de sus deseos secretos.

Esta escena final, brillantemente interpretada por Depardieu –que me hizo recordar las viñetas a que, con el paso de los años y los fracasos, Orson Welles fue reduciendo su genio actoral-, al explicitar y explorar hasta la náusea la tontera de Isabelle, lo que hace es lanzar a su personaje al cielo de los arquetipos, porque, digámoslo con todas las letras, son innumerables las mujeres que se relacionan de esta misteriosa manera con los hombres, eligiendo siempre al equivocado y aferrándose neciamente a lo manifiestamente imposible, lo cual, por supuesto, las sume en simas de culpabilidad.

Desconcertante, irritante, “Un bello sol interior” revela así su intención profunda: intervenir en momentos de la reformulación de las relaciones entre los géneros revelando en toda su dimensión un modelo femenino fatalmente inconducente y dañino. Y digo “en toda su dimensión” porque no hay nada en el film que redima de su tontera a Isabelle, nada viene a salvarla de sus errores, ni su arte, ni su hija, ni sus amigas, ni cantidades variables de charlatanería. En esa intención de no dejar falsas expectativas es que se puede decir de “Un bello sol interior” que es una película realmente jodida.

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