El esquema argumental según el cual la irrupción de un forastero en un ámbito social más o menos cerra de una fábula, parábola o alegoría. do provoca, por sus hechos y/o sus dichos, una crisis, es para nada inusual. Trabajado en términos realistas permite sustentar tesis de orden sociológico, político o psicosocial. Del tal relato se dice generalmente que se trata de una fábula, parábola o alegoría.
Pero dicho esquema argumental puede ser utilizado con intenciones que superen el mero comentario sobre las realidades de una sociedad determinada. Así sucede, por ejemplo, en la nouvelle La mujer desnuda (1950), de Armonía Somers, y en el film Teorema (1968) de Pier Paolo Pasolini. Somers razona y siente en tanto feminista y católica, Pasolini en tanto marxista y católico. En ambos casos de lo que se trata es de la irrupción de lo sagrado en la cotidianidad prosaica y materialista -de un pueblito del Interior en Somers, de una familia de la burguesía industrial milanesa en Pasolini.
La perspectiva de Somers es pesimista, la de Pasolini optimista. La mujer desnuda de Somers devuelta a la pureza primigenia, liberada de realidades degradantes, de los mitos y las supercherías de la culpa de la mujer en el Pecado Original y en la Caída, Eva antes de la manzana, es perseguida y acosada y opta por el suicidio. En cambio en Pasolini, el pasaje de la deidad por la vida de esos burgueses significa para cada uno el redescubrimiento y la aceptación de la dimensión de lo sagrado y la reconfiguración de sus vidas acordes al sentido que esa dimensión les aporta. Para demostración del evidente paralelismo de inspiración entre estas obras de Somers y de Pasolini: en ambos casos la relación entre esa presencia insólita y los seres comunes y silvestres se da a través de lo sexual.
Todo esto dicho debo aclarar que lo que a mí me seduce en el texto de Somers está más allá -o más acá- de esa dimensión alegórica, de la que me declaro, en general, poco afecto -me da la impresión de que cuanto más abarca menos aprieta. Lo que me seduce es la intensidad delirante de los pasajes oníricos y el realismo psicológico insólito de los momentos sexuales.
Onirismo. En el punto de inflexión de su vida -cuando ya no puede soportar que las cosas sean como son (¿qué cosas? la condición femenina, su estigma y su deber ser)- Rebeca Linke se autodecapita. Luego, ya desangrada la cabeza vuelve a colocársela sobre los hombros y sale desnuda -es decir, renacida- a desafiar al mundo.
Realismo psicológico. La idea de que una mujer desnuda merodea en los alrededores recalienta la imaginación erótica de la población masculina del villorrio. Juan acosa a su mujer en el lecho conyugal. A oscuras la utiliza como cuerpo sustituto. Le exige "cosas, cosas tremendas según el canon, y no se excusa". Derriba "la ética común en una mala noche". Exasperado la obliga a recordar el amorío lésbico -veinte años olvidado- que tuvo con una amiguita en la más tierna adolescencia. La excitación compartida genera la atmósfera en que el fantasma de la merodeadora desnuda comparece y los posee a ambos. Confiesa la mujer de Juan: "La vagabunda desnuda, que en ese momento adquiría una cara definida, entró entonces como un fantasma por la ventana a repartir lo nuestro, en las formas que nunca había conocido y de las que no me creía capaz, porque el demonio parecía al principio tirar del carro de la locura en que nos habíamos puesto, pero al final era yo, pecadora de mí, quien daba látigo".
He ahí un par de perlitas que bastan para demostrar -si hiciera falta- que en su début como escritora Armonía Somers se codeaba con lo mejor de la literatura de los tiempos en que le tocó vivir.
La obra literaria de Armonía Somers es parte valiosísima de nuestro patrimonio cultural. El patrimonio cultural no es sólo pinturas, esculturas y edificios, también es textos, músicas y una gran tradición teatral. Creciendo con el tiempo, la obra de Somers requiere cada vez más la atención de los expertos, sobre todo de fuera de fronteras. ¿Cómo es posible que sólo un par de sus títulos estén disponibles y que lo estén en ediciones verdaderamente vergonzosas, impresentables? ¿No existe fórmula legal alguna que permita preservar adecuadamente el patrimonio literario?
Publicado originalmente en El diario de un erotómano.
(22.10.2008)